lunes, 7 de noviembre de 2022

Carta a Sella, cuyo nombre le hace honor a su Alma / Colección: "Cartas que nunca enviaré"

 


Aunque Sella no sea tu nombre original, es así como te recuerdo y es así como te conocí. Se también que, aunque la identidad que el Señor te dio está enmudecida actualmente por el sistema opresivo en el que vives, sigue existiendo ahí dentro, en lo profundo de tu corazón y a veces te clama a gritos recordándote quién realmente eres y diciéndote que la Libertad en Cristo no es como crees vivirla en este momento... Pero se también que cuando eso sucede y te cuestionas, tratas de enfocar tu mente en otras cosas, sobre todo en aquellas sobre las que nos adoctrinan ahí dentro, para que te sientas comprometidamente agradecida de ellos por todo, aún por aquello que ha tomado lo poco que te queda libertad... y así silencias esa voz, te convences a ti misma que seguramente es el enemigo susurrándote mentiras, que claramente quiere sacarte de ahí y que te pierdas o peor aún que pierdas tu salvación... ¡hay hermana mía, si tan solo vieras la inmensidad de la gloriosa Palabra de Dios!, si pudieses sumergirte en su infinitud y descubrir que puedes nadar más allá de los límites de un estanque de agua...¡deja que te lleve Su corriente!, ¡deja que el Espíritu Santo dirija tu alma a ese mar de aguas puras que contienen la inagotable verdad del conocimiento de su Palabra! cuan gozosa volverías a ser, cuantos deleites probarías en la vastedad de ese mar, cuanta tranquilidad tendría tu corazón al entender que la muerte de Cristo fue suficiente al morir por ti en la cruz y que la salvación que te dio no la puede arrebatar nada ni nadie. ¡Hermana mía, eres libre en Cristo, eres salva!

Te quise desde la primera vez que te vi, mi corazón supo instantáneamente que seríamos hermanas de verdad, no de palabra como suelen hacerlo algunos, si no de aquellas que abren sus corazones y se muestran tal como son, que piden ayuda y la dan, que se entregan de palabra y de hecho, que hablan con sinceridad y que buscan la hermandad con el deseo ferviente de servir al Señor.

Soñábamos e inventábamos historias en que algún día nos volveríamos viejitas y seguiríamos viviendo en el país de las montañas y caminaríamos por esos cerros que tanto amábamos, predicando a nuestro Señor, cuidando a los niños, a nuestros hijos... ¿lo recuerdas?

Vivimos tantas cosas juntas, tantas y tan intensas, reímos siempre con demasiadas ganas y volumen (eso a veces nos trajo problemas), lloramos juntas otras tantas, algunas con demasiado dolor, el cuál nos terminaba llevando siempre a los pies de la cruz, confiando en la soberanía de Dios (aunque la entendiéramos poco en ese tiempo)

Es imposible olvidar aquel precioso árbol de pomme que con su sombra cubría nuestro tiempo de buscar al Señor, oramos, ayunamos y leímos juntas la Palabra tantas veces ahí, confiadas en que el Señor respondería y cambiaría cosas. Muchas de esas oraciones fueron respondidas y otras con su silencio nos hizo entender que no eran su voluntad. 

Hay demasiadas cosas que vivimos en esos años y ambas sabemos que se podría escribir un libro...

Antes de mi salida, decidí no contarte que me iría, ya que se que tu vida y tu familia están demasiado comprometida ahí dentro y sabía también que no me entenderías, el adoctrinamiento es demasiado fuerte para poder tener pensamiento propio o sentido común, eso ahí no existe y sólo nos conformamos con obedecer las reglas humanas que son las que nos prometen salvación. 

Tampoco ahora tengo certeza de que mis palabras encuentren espacio en tu alma, es probable que pienses o te lleven a pensar que intento manipularte con mi cariño a distancia o cosas de ese estilo que para ellos son normales decir. Pero no, no hay nada más lejos de eso, mi amor sigue intacto hacia ti y tu familia y deseo fervientemente que la Gracia de Dios te lleve algún día a que puedas ver en la Palabra, lo que yo y otros hermanos hemos visto, y que nos ha otorgado la verdadera libertad y deleite en Jesucristo. No hay nada que desee más para ti que esto, mis oraciones están contigo y por aquellos que sigo amando. 

El Señor es bueno, fiel, justo y soberano, y jamás abandona a los que son sus hijos verdaderos. Ahí está y estará siempre mi confianza.

Te amo y sigo aquí para ti.