miércoles, 16 de marzo de 2022

Misericordia


Quizás en medio del desorden de la pieza parecía todo muy confuso y más aún al despertar cuando la vida misma no ha tomado su forma real y las ideas recién comienzan a hacer el esfuerzo de acomodarse en la cabeza… aun así fue en medio de ese escenario que al abrir los ojos y sentarme en la cama, vi la Misericordia de Dios y entendí quizás, por primera vez, que era mucho más grande de lo que yo lograba distinguir.

Ya ha pasado más de un año desde que abrí los ojos y pude ver la triste condición que me rodeaba. No fue fácil el proceso de despertar porque el dolor del engaño es demasiado grande, sobre todo cuando son tantos años compartidos y también hay tanto cariño de por medio. Asimismo, pude ver desde el principio el amor de Dios, expresado tan concretamente en su misericordia al remecer mi espíritu en medio de la burbuja en la que estaba y así poner temor en mi corazón de que, al permanecer ahí, seguía haciéndome parte de cosas que bíblicamente no tenían fundamento y que además moralmente no son dignas de ser vividas por nadie.

Esa mañana de diciembre del 2020 me sentí libre otra vez después de muchos años y estaba profundamente agradecida de Dios. Era una libertad muy similar a cuando recién me convertí, volví a sentir esa emoción pura de abrir los ojos a la realidad, a ese oxímoron precioso que se forma en la dolorosa alegría, en donde ves la funesta situación en la que estás, pero al mismo tiempo estás siendo rescatada, amada sin merecerlo y totalmente protegida.

Ya no estaba sometida a la autoridad de una organización coercitiva, que me controlaba y manipulaba bajo la fachada de lo que ellos llaman “cuidado pastoral”, tenía libertad en Cristo de verdad, libertad sustentada en su Palabra, la que por misericordia me había despertado, después de tantos años nuevamente a su verdad.

“Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna” (Hebreos 4:16)